Se trata de una lesión frecuente, a veces ocurre de la manera más tonta y es habitual que recidive (que se repita la misma lesión en el mismo tobillo).

El mecanismo lesional suele estar claro (el pie tuerce hacia dentro provocando la elongación de los ligamentos que sujetan los huesos y que protegen la articulación). Los más afectados suelen ser los ligamentos peroneo-astragalinos, es decir, los de la parte externa Esta es una explicación somera y resumida de lo que ocurre.

Pero lo que puede que no esté tan claro es el desglose anatomo-fisiológico de lo que tendría que haber sucedido para que no hubiera esguince.

Los ligamentos, esos elementos de sostén de las articulaciones, contienen unos pequeños “sensores de posición” que informan constantemente a nuestro cerebro del punto exacto en el que se encuentra esa articulación en el espacio. Es como si tuviéramos un pequeño GPS en cada junta de nuestro cuerpo. Se trata de un proceso interno, que no llega a la consciencia cuando nos movemos en rangos articulares normales. Esto nos da la explicación a por qué sabemos en qué posición está cada segmento de nuestro cuerpo en cada momento aunque cerremos los ojos.

Pues bien, qué pasa cuando nuestros “sensores de posición” articulares detectan que estamos cercanos al límite de movilidad que puede soportar esa articulación… La información llega a nuestro cerebro a gran velocidad y éste pone en marcha, en fracciones de segundo, el mecanismo que pretende evitar que ocurra la lesión. Es decir, se propagará una orden dirigida al grupo muscular pertinente para que se contraiga y devuelva la articulación a su zona segura.

Todo esto ocurre muy rápidamente, tanto que la mayoría de ocasiones no llegamos a percibir lo que ha estado a punto de ocurrir. Otras veces, si el proceso se retrasa solo un poquito, nos encontramos resoplando: “… ufff, casi me tuerzo el tobillo…”. Y, en el peor de los casos, la respuesta no llega a tiempo y… ups, ocurre la lesión!!!

La buena noticia es que este mecanismo es fácilmente entrenable, pero lo más importante es que en el momento adecuado, tras sufrir un esguince (dependiendo del grado de lesión en cada caso) es imprescindible su buen reentrenamiento.
Los ligamentos lesionados pierden parte de sus “sensores” o más bien podríamos decir que se desconectan del cable que conduce la información que recogen. A medida que ocurre la cicatrización y todo va volviendo a su sitio es necesario reprogramarlos, devolviéndoles progresiva y controladamente su función.

En el caso del tobillo esto se hace con un buen programa propioceptivo. Se trata de hacer un trabajo de entrenamiento al equilibrio que obligará a los sensores, de una manera controlada, a recoger y transmitir datos. Del mismo modo el cerebro irá enviando sus órdenes y se restaurará así la función. Si el programa se completa con éxito volveremos a gozar de una articulación sana, tanto o más que antes de la lesión, evitaremos sensaciones de inestabilidad que conducen a movimientos protectivos y anómalos (dejaremos de andar raro) que dañan otros segmentos vecinos, seremos felices y comeremos perdices reincorporándonos a nuestra actividad plenamente recuperados!!!