La comunidad científica ha investigado recientemente la relación cíclica entre reducir la movilidad, el dolor y el consiguiente miedo al movimiento (que obviamente conduce a reducir la movilidad). Se trata de un estudio realizado en pacientes con dolor lumbar crónico. Por lo visto son pacientes muy dados a crear patrones de movimiento de gran cautela que promueven el aumento de rigidez en la región afecta y es ello lo que acaba instaurando la cronicidad de la dolencia.
Evidentemente el estudio es mucho más complejo de lo que parece por la somera descripción que acabo de hacer. De hecho, una de las cosas que llaman la atención sobre todo esto es el componente de anticipación al dolor. El patrón anómalo de movimiento no espera a sentir dolor para evitarlo, el cerebro presupone que en algún punto no muy lejano dentro de la amplitud de un gesto determinado se desencadena la expresión del síntoma. De manera que, mejor pecar por exceso de prudencia y alejarse al máximo… algunos cerebros incluso programan la negación absoluta de la movilidad, implicando para la consecución de una tarea al resto de estructuras móviles vecinas consideradas “fuera de peligro”.
Redundamos con esto en un término del que ya habíamos hablado con anterioridad: “Kinesiofobia”, en mi opinión presente en infinidad de procesos dolorosos que se inicia como un mecanismo de evitación necesario e inofensivo para convertirse con el tiempo en un error generalmente perpetuador de patología.
La literatura habla mucho de la kinesiofobia en el marco de la patología relacionada con el geronte. Pero parece que por fin se está invirtiendo tiempo y esfuerzo en reconocer la multitud de manifestaciones que puede tener este miedo al movimiento.
¿Cómo detectar estos patrones anómalos en pacientes con dolor lumbar crónico?
Se trata de pacientes incapaces de hacer una báscula pélvica, han eliminado la movilidad en el sentido antero-posterior de sus últimos segmentos lumbares. Tampoco flexionan el tronco a costa de esos segmentos y en su lugar usarán la articulación de la cadera (coxo-femoral) o forzarán el resto de segmentos lumbares y dorsolumbares para conseguir el mismo rango de movilidad, en muchas ocasiones sin éxito, por la excesiva tensión neural y acortamiento muscular en su cadena posterior.
Es muy posible que la anulación de movimiento se extienda a segmentos que no tienen ningún problema ni entrañen motivo de restricción.
Una buena reeducación en pequeñas dosis, acompañada de una explicación y razonamiento de cómo ocurre el proceso, porqué y cómo lo está interpretando un cerebro que ha aprendido a sobreproteger en alerta de posibilidad de daño, sería la mejor receta para desactivar las alarmas y devolver a los padecientes la posibilidad de integrarse en una actividad física saludable.