Herniación, protrusión, pinzamiento, atrapamiento, aplastamiento…
Todos hemos oído estos términos alguna vez. Unos más técnicos que otros, pero todos corresponden a títulos que algunos profesionales de la salud usan, a veces con excesiva soltura, para etiquetar la causa de los dolores de sus pacientes.
Vamos por partes: está claro que necesitamos, como cualquier otro gremio, de una terminología específica que permita que nos comuniquemos con propiedad. Existen diccionarios médicos que recogen el sinfín de palabrejas relacionadas con la salud y la enfermedad, pero no hay que olvidar que los conceptos que describen patología llegan a la calle y la pregunta es… ¿cómo son absorbidos por quienes creen que los padecen?
Un señor acude a consulta (del profesional pertinente), por un dolor de espalda que lleva un tiempo limitando su calidad de vida… nada grave, una molestia. El sanitario pone en marcha la batería de pruebas complementarias a un interrogatorio especialmente dirigido a averiguar qué tejido puede estar causando la sintomatología. Bueno, bien, el proceso para llegar a un diagnósitco certero ha empezado. Nuestro señor paciente está contento, parece que está en el lugar adecuado. Un día llegan los resultados de las pruebas y el momento de la “etiqueta”. Es entonces cuando entran en juego nuestras palabrejas… El profesional observa con detenimiento las imágenes colocadas sobre el negatoscopio y procede a explicar a nuestro paciente el posible origen de su problema: … tiene Ud. una protrusión discal, claro!. De ahí el dolor… Pero, ¿qué es una protrusión discal?. El profesional procede a la explicación: una protrusión discal es un abombamiento de las almohadillas que se encuentran entre las vértebras. Éste se produce por el aplastamiento que sufren dichas almohadillas por las sucesivas cargas en posiciones de flexión a las que sometemos a nuestra columna, ¿entiende?… el disco protruído puede comprimir la médula o producir un atrapamiento de una raíz nerviosa. Es normal que tenga dolor, esto forma parte del desgaste natural de nuestra anatomía. Tómese estas pastillitas cada ocho horas y vuelva en un par de meses.
Las imágenes mentales que genera el señor han convertido una ligera molestia lumbar en un dolor insoportable, pero esto no es todo: el miedo a todas esas atrocidades que pueden ocurrir entre vértebras, médula espinal y raíces nerviosas están condicionando su movilidad. Se trata de un fenómeno conocido como kinesiofobia, otra palabreja del ámbito, aunque es mucho menos probable que llegue a difusión popular.
Señores profesionales de la salud dados a usar estos términos y dar estas explicaciones gratuitas a sus padecientes: ¡tengan cuidado, por favor!, el cerebro está deseoso de recibir explicaciones, pero el miedo, las creencias, las expectativas y la magnificación de ciertos términos puede convertir a su dueño en un verdadero sufridor al que puede que esa pastillita cada ocho horas ya no le sea suficiente. Intentemos no engordar las escandalosas cifras de la cronicidad.